Es muy probable que, si no eres médico ni neurocientífico, el nombre de Rafael Lorente de Nó te sea igual de desconocido que los de Nicolás Achúcarro y Pío del Río-Hortega antes de leer la entrada del Caballo de Bastos 😅. Las guerras (civil en España de 1936 a 1939 y mundial en Europa de 1939 a 1945) truncaron el progreso científico y la proyección internacional de nuestros investigadores propiciado por la Junta de Ampliación de Estudios y la Escuela Neurológica Española de Cajal. Pero quizá en el caso de Lorente de Nó también haya contribuido a su desconocimiento el que desarrolló la mayor parte de su carrera científica en Estados Unidos, a donde se desplazó en 1931 y donde murió en 1990.
Quizá tampoco sabrás que Lorente de Nó fue propuesto en cuatro ocasiones (1949, 1950, 1952 y 1953) para recibir el Premio Nobel de Medicina o Fisiología, ni que tras la Segunda Guerra Mundial formó parte de la docena de expertos que alumbraron el nacimiento de la cibernética. Es probable que también ignores que, además de sus profundos conocimientos de medicina y biología, era un excelente químico y dominaba las matemáticas, y que se formó con dos premios Nobel: Cajal (en 1906) y Bárány (en 1914). Impresionante, ¿verdad?
Nacido en 1902 en Zaragoza y aragonés como Cajal, al contrario que este, fue un estudiante brillante y muy precoz. Su increíble expediente académico (publicó con 15 años su primer artículo científico) [1] llamó la atención de Pedro Ramón y Cajal, en cuyo laboratorio zaragozano aprendía las técnicas histológicas para estudiar el sistema nervioso. Pedro lo recomendó al laboratorio de su hermano Santiago, adonde llegó con 18 años, dispuesto a continuar en Madrid sus estudios de medicina, e investigar bajo la dirección de Cajal con larvas de rana, roedores y conejos.
En el Laboratorio de Investigaciones Biológicas —donde trabó una sólida amistad con el otro joven y brillante discípulo de Cajal, Fernando de Castro Rodríguez— publicó sus primeros trabajos en 1921 y 1922 sobre regeneración neuronal en larvas de rana. A los 21 años (en 1923) se doctoró con una tesis sobre histofisiología del oído interno. Ese mismo año conoció en Zaragoza a Robert Bárány, un médico austríaco de origen húngaro —que en 1914 había recibido el Premio Nobel de Fisiología o Medicina por sus trabajos sobre la fisiología y la patología del aparato vestibular (en el oído interno)— y que, impresionado por los conocimientos de Rafael Lorente de Nó, lo invitó a formarse con él en Upsala (Suecia) [6].
De 1924 a 1927 Rafael permanecerá con Bárány en la Universidad de Uppsala gracias a una beca de la Junta de Ampliación de Estudios. Allí su interés pasará de la histología a la fisiología de los reflejos vestibulares. Interrumpió un par de veces su estancia en Suecia para desplazarse a Utrecht y Berlín (en 1925). En Utrecht se formó con Rudolf Magnus, —un experto en farmacología y reflejos animales que murió antes de recibir el Nobel por sus trabajos con De Kleyne— y en el Instituto de Investigaciones Cerebrales de Berlín trabajó con Oskar y Cecile Vogt cuando este brillante matrimonio —que dirigía los trabajos del Brodmann que terminaría describiendo la áreas histológicas cerebrales que llevan su nombre— trataba de localizar las funciones cerebrales que ocurrían en la corteza cerebral.
Con semejante bagaje científico a sus espaldas, de regreso a España, se encontró sin embargo con que la falta de medios económicos para la investigación, le obligó a ejercer como otorrinolaringólogo privado. En 1928 es nombrado jefe del primer servicio de otorrinolaringología en España, en la Casa de Salud de Valdecilla (Santander) [8], donde monta el mejor laboratorio otorrinolaringológico del mundo gracias a su formación con los líderes de la especialidad en Königsberg, Frankfurt y Berlín. Sin embargo, la sobrecarga de trabajo clínico y quirúrgico le impide continuar con sus investigaciones y, frustrado por las pocas oportunidades de investigación en España, Lorente de Nó, que ya es admirado por la comunidad neurocientífica internacional y goza del aval de Bárány y del matrimonio Vogt, acepta en 1931 el encargo para asumir la dirección del Instituto de la Sordera (Central Institute for the Deaf) en Missouri (EE. UU.).
Fue al llegar a San Luis de Missouri cuando Lorente de Nó se convirtió a la Electrofisiología, al darse cuenta de la increíble potencia que otorgaba para la investigación en la nueva especialidad el osciloscopio de rayos catódicos. Además, fue allí donde coincidió con Joseph Erlanger y Herbert Gasser, dos científicos que en 1944 obtendrían el Premio Nobel de Medicina o Fisiología por sus descubrimientos sobre distintos tipos de fibras nerviosas y sus potenciales de acción.
A partir de entonces, Lorente de Nó desarrollará toda su carrera en EE. UU., y de director de investigación del Instituto de la
Sordera —donde realizó trabajos que siguen gozando de reconocimiento actual sobre neuro-otología, histofisiología del complejo coclear y del reflejo vestibular— pasó en 1935 a trabajar en la facultad de Medicina de la Universidad de Washington para, en 1936, fichar como investigador principal de la Fundación Rockefeller —el mejor instituto del mundo de la
época—. Tras jubilarse en 1970 trabajó en la Universidad de California en Los Ángeles como profesor emérito del Brain Research Institute. Desde EE. UU. continuó carteándose con su maestro Cajal, pero también con su amigo Fernando de Castro, aunque no considerara nunca regresar a España.
En 1981 se retiró a vivir en Tucson (Arizona) donde publicó una síntesis de sus
investigaciones principales —sobre localización y citoarquitectura cerebral, organización
funcional de la neocorteza, electrofisiología y fisiología básica de la conducción nerviosa— antes de fallecer en 1990.
En total, Lorente de Nó pasó cuatro décadas en la cima de la investigación neurofisiológica internacional. Puede decirse que fue quien logró la aleación perfecta de las técnicas y los conocimientos de neuroanatomía y el enfoque electrofisiológico. Erudito, brillante e innovador, su carácter engreído le granjeó muchas enemistades y le hizo alzarse en contra de la naturaleza química del potencial de acción, un descubrimiento por el que Eccles, Hodgkin y Huxley recibieron el Nobel de Fisiología o Medicina en 1963. Pero esto es algo que no debe hacernos olvidar las grandísimas aportaciones a la neurofisiología, principalmente en tres áreas, la organización de la corteza cerebral de los mamíferos (dilucidar la función que se asienta en una determinada estructura de la corteza cerebral), la organización de los sistemas vestibular y auditivo y la fisiología básica del funcionamiento neuronal (fisiología de dendritas, soma y axón, y teoría del potencial eléctrico en conductores de volumen) [3][4][5].
Aunque su obra ha sido escasamente divulgada y aparece en pocos estudios sobre la historia de la neurociencia, Rafael Lorente de Nó realizó algunas de las aportaciones
neurocientíficas más importantes del siglo pasado y formuló nuevos conceptos [2][5][7]:
- Descubrió los circuitos
neuronales neocorticales y acuñó el término «módulo» cortical o «unidad elemental».
- Describió el núcleo vestibular, el núcleo acústico y la anatomía del VIII par craneal.
- Estudió los reflejos oculovestibulares y sus vías anatómicas.
- En la conducción nerviosa a nivel axonal contribuyó al conocimiento del impulso nervioso gracias a la caracterización del retraso sináptico y la suma temporal y espacial
de impulsos nerviosos,
- Hizo la primera descripción de un sistema biológico de retroalimentación
negativa.
- Sintetizó el tetraetalimonio (TEA) —un compuesto de amonio cuaternario— que usa la moderna neurobiología como bloqueante selectivo de los canales de potasio en los tejidos excitables.
A pesar de que fue un científico bastante solitario que firmó como autor único la mayoría de sus publicaciones, por su brillantez y prestigio mundial formó a muchos jóvenes médicos de distintos países que colaboraron en distintas épocas y lugares con Lorente de Nó: los chinos T. P. Feng y H. T. Chang, los españoles A. Galledo, L. M. Hernando de Larramendi, F. de Castro y V. Honrubia, el francés Y. Laporte, el italiano Cazullo, el uruguayo Soriano y el mexicano García Ramos, además de Lundberg del Karolinska de Estocolmo [8]. No podemos dejar de citar, entre sus últimos discípulos, a Jorge Larriva-Sahd, que conoció a Lorente de Nó en la Universidad de California Los Ángeles y se convirtió en su amigo personal, hoy depositario del Archivo de Rafael Lorente de Nó que se encuentra en México [9]. «El que descubre algo
nuevo tendrá que confrontar a algo más mundano:
que su verdad sea ahora sustentada por quienes
suponen lo contrario.» Rafael Lorente de Nó [2]
Para Larriva-Sahd, «resulta paradójico [2] la manera cómo
evolucionó la imagen de Lorente de Nó; desde haber sido considerado como el investigador más importante de los Estados Unidos de Norteamérica en
las neurociencias de los años cuarenta, hasta, a la
vuelta de unas décadas, pasar a ser un autor pobremente citado en la literatura, a pesar de sus valiosas
contribuciones». Como ves, el desconocimiento español de científicos españoles tan ilustres como Lorente de Nó y el resto de caballeros de la neurobaraja es incomprensible, pero quizá después de leer estas líneas cambies de opinión y quieras unirte al equipo de los que conocen y reconocen la genialidad de la ciencia española.
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